sábado, 4 de outubro de 2014

“¿Por qué nunca hubo una huelga en una fábrica de armas? (...) ¿Qué pasa para que la clase obrera tan capaz de luchar, no haya conseguido traspasar las puertas de una fábrica de armas? (...) El arranque, o mejor, el impulso para el libro que estoy escribiendo es éste”. Un José Saramago (1922-2010) ya físicamente muy debilitado anunciaba en la presentación de Caín, la que sería su última novela: Alabardas (Alfaguara). Ayer, cinco años después de aquellas palabras, en el teatro Nacional de Lisboa, se presentó mundialmente su grito contra la violencia. Allí estaban para corroborar la voz ya débil -pero la pluma aún fuerte- del Nobel de literatura, el juez Baltasar Garzón -que consiguió arrestar a Pinochet-, el escritor Roberto Saviano -autor de Gomorra, y amenazado de muerte por las mafias- y las editoras de Saramago en Brasil, Italia, Portugal y España, más 800 personas que llenaban el teatro.

“¿Por qué nunca hubo una huelga en una fábrica de armas? (...) ¿Qué pasa para que la clase obrera tan capaz de luchar, no haya conseguido traspasar las puertas de una fábrica de armas? (...) El arranque, o mejor, el impulso para el libro que estoy escribiendo es éste”. Un José Saramago (1922-2010) ya físicamente muy debilitado anunciaba en la presentación de Caín, la que sería su última novela: Alabardas (Alfaguara). Ayer, cinco años después de aquellas palabras, en el teatro Nacional de Lisboa, se presentó mundialmente su grito contra la violencia.
Allí estaban para corroborar la voz ya débil -pero la pluma aún fuerte- del Nobel de literatura, el juez Baltasar Garzón -que consiguió arrestar a Pinochet-, el escritor Roberto Saviano -autor de Gomorra, y amenazado de muerte por las mafias- y las editoras de Saramago en Brasil, Italia, Portugal y España, más 800 personas que llenaban el teatro.

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