domingo, 12 de outubro de 2014

Saramago aún pregunta a sus lectores



Con el mar de Lanzarote a su izquierda y el jardín de su casa delante, José Saramago empezó a escribir la novela Alabardas, que dejó inacabada y que ahora ha publicado Alfaguara. La escribió en uno de los salones de su casa, en un sillón color teja en el que nunca antes había escrito ningún libro. Sentado en él, y para tocar un tema como el de la industria del armamento y el tráfico de armas, continuó la exploración de dos rutas literarias: más depuración en lo escrito y más sentido del humor e ironía.

En Alabardas el Nobel portugués (Azinhaga, 1922-Lanzarote, 2010) relata sobre el negocio armamentístico, sí, pero también le habla al lector: lo interpela, le cuenta una historia y en ella le pregunta por su posición y responsabilidad moral ante esa situación. O, como dice el poeta y ensayista Fernando Gómez Aguilera, “hurga en su conciencia, para incomodar, intranquilizar y depositar en el ámbito personal el desafío de la regeneración: la eventualidad, si bien escéptica, de encarrilar la alternativa de un mundo más humano”.

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