sexta-feira, 6 de janeiro de 2012

Saramago dice adiós a Castril

A José Saramago le gustaban los árboles. Le gustaba su tacto misterioso y también su memoria, el modo en el que los abrazó su abuelo cuando presintió su muerte, aquella despedida tan llena de sabiduría que brotó de un hombre que no sabía leer ni escribir, pero que fue capaz de entender la vida y sus encrucijadas.
En el norte de la provincia de Granada, sobre una peña alejada del resto del mundo, se encuentra el pueblo de Castril. El destino, el azar, el amor, la literatura... todos debieron poner de su parte para que el camino de Saramago condujera de manera irremediable a aquel lugar. Ahora, muchos años después, se han conocido los motivos por los que ese camino, más allá de la muerte del escritor, va a convertirse en un callejón oscuro.
El País, Espanha.

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