José Saramago, que murió hace cuatro meses en Lanzarote, leyó una vez (él creía que en un libro de François Mauriac) que durante la Guerra Civil española había aparecido, sin explotar, una bomba en Extremadura.
Dentro de esa bomba los artificieros hallaron esta leyenda: "Esta bomba no matará a nadie". Al escritor le fascinó la historia; sabía de otra parecida que ocurrió en Italia, durante la II Guerra Mundial; pero esta vez a los artilleros que montaron la bomba que no mataría los hallaron los fascistas y fueron condenados a muerte.
Esos materiales le estaban sirviendo a Saramago para una nueva ficción que él iba a titular Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas, un verso de Gil Vicente. Iba a ser una novela sobre el comercio de las armas, pero solo llegó a las 50 páginas. La clausuró su muerte.
El País, Espanha.
quarta-feira, 27 de outubro de 2010
Saramago: Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas,
Etiquetas:
José Saramago
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